La gestión del tiempo:
El tiempo es una magnítud física en la que medimos la duración de acontecimientos, la separación entre los mismos y su percepción se produce en términos de pasado, futuro y presente. Sus característica objetivas son su inelasticidad, es igual para todo el mundo y es inexorable. Por estas razones el aprovechamiento del tiempo constituye un reto especialmente para quienes son conscientes de que venimos al mundo sometidos a un plazo cuyo fin desconocemos.

Es de sobra conocida la historia de aquel sabio que durante una clase de filosofía llenó delante de sus alumnos un frasco de cristal con piedras más o menos grandes. Cuando ya no cabían más piedras en el frasco preguntó: ¿Consideráis que ya está lleno el frasco?, a lo cual los alumnos respondieron que sí. Tomó entonces una bolsa de piedras más pequeñas y la vació dentro del frasco. Las piedrecillas se colocaron entre los espacios dejados por las piedras grandes. Y ahora, ¿está el frasco lleno? volvió a preguntar. Los alumnos respondieron afirmativamente.
A continuación el sabio tomó otra bolsa llena de arena y la vació en el frasco. La arena discurrió entre las piedras grandes y pequeñas demostrando con ello a los alumnos que todavía quedaba espacio que ocupar. ¿Qué pensáis ahora? ¿Está lleno el frasco? si volvieron a responder todos.
El sabio tomó una jarra de agua y la vació en el frasco demostrando que el frasco tenía aún capacidad para más contenido. Con este ejercicio, el sabio pretendía ilustrar el valor del tiempo y la necesidad de aprovecharlo al máximo.
Quienes narran esta bonita historia dicen que el sabio tenía dos humeantes tazas de café junto al frasco. Los alumnos le preguntaron por el significado de las mismas. Las tazas significan que aunque el tiempo en nuestras vidas esté lleno, siempre queda un hueco para tomar un café con un buen amigo. Las piedras grandes representan lo fundamental en la vida, la salud, la familia, el amor, las cosas que nos apasionan. Las pequeñas simbolizan las otras cosas que nos importan como el trabajo, el coche, la casa... La arena y el agua son el tiempo que invertimos en actividades intrascendentes como desplazarnos de un sitio a otro, dormir, etc.
El problema radica en que los frascos de nuestras vidas contienen más arena y agua que piedras. Esto significa probablemente que no somos dueños de nuestro tiempo porque no sabemos gestionarlo. Las causas son variadas. Una de ellas puede ser que transigimos con excesiva facilidad a los fagocitadores del tiempo, a esos que hacen que lo perdamos sin que seamos capaces de decir NO, llamadas inútiles, conversaciones intrascendentes en los pasillos, impuntualidad, las urgencias... Pero quizá hay algunas causas de mayor calado en la medida en que son de naturaleza estratégica y que está en el origen de las ya mencionadas.
Cuando me preguntan en mis cursos sobre la gestión de la agenda y sobre los criterios que hemos de seguir para optimizar el uso del tiempo en el trabajo comercial siempre respondo lo mismo. Volviendo a la historia del sabio, hemos de entender que el frasco es como nuestra vida, único y el mismo contiene tanto nuestra dimensión personal como la laboral o profesional. En ambas tenemos que ser capaces de distinguir qué es lo prioritario y qué lo accesorio. La prueba del algodón para identificar adecuadamente cuáles son nuestras prioridades consiste en responder a la siguiente pregunta: Qué actividades de las que hago todos los días me acercan a mis objetivos y cuáles no. La respuesta es muy obvia. Todo aquello que contribuya al logro de metas bien definidas, son siempre prioritarias. El resto es como la arena y el agua en el frasco.

En las empresas modernas el tiempo se valora en función de resultados. Hablamos de eso que se llama productividad y que constituye una unidad de medida esencial a la hora de evaluar el desempeño de personas y equipos. No se trata de "echarle horas" sino de alcanzar objetivos para la organización.
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